dimecres, 27 de gener del 2010

LÀPIDA


No hay soledad más profunda y amarga
que la que nos inspira la muerte.

Mientras camino en silencio
entre esas viejas lápidas,
intento imaginar cómo era la vida
de quienes ahora aquí descansan.

Presiento instantes de luz,
y otros tantos de abismo.

Presiento sueños frustrados;
sonrisas de infinita niñez;
presiento espasmos de trueno,
y una voz, oculta y lejana,
gritándome en el alma.

Presiento a Dios,
caminando a mi lado,
con las manos en los bolsillos.

Presiento mi propia muerte,
una tarde cualquiera;
una tarde colmada de versos rotos,
arrastrados por el viento.


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