Camino que albergas fragmentos de mi infancia,
ocultos entre la maleza y las piedras.
Tu polvo es también polvo de mi propia frustración.
Los años han transcurrido demasiado deprisa;
raudos como el sentimiento de aquel primer amor.
Años que se fueron,
arrastrados por el viento y la lluvia;
por el trueno implacable de las noches,
hacia confines de pan y amapola.
Camino que ahora,
mientras escribo estos versos,
apareces ante mí,
cargado de infinitas exaltaciones.
Viajo de nuevo contigo,
hacia esos lugares ocultos de la memoria,
allí, donde pululan las sombras
y las viejas canciones;
donde la lluvia cae en silencio todas las noches,
y, en donde, la felicidad tiene nombre de mujer.
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